Astrid Johana García Espinel es una joven venezolana de 25 años de edad, egresada de la Escuela Comunicación Social, mención Periodismo, graduada en enero de 2016, de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Actualmente trabaja en el Banco Interamericano de Desarrollo, en Washington DC, Estados Unidos.
Astrid no tuvo contacto alguno con su padre durante su infancia, de hecho solo convivió con mujeres, su tía, dos primas, su mamá y su hermana. Vivió hasta el año 2010 en la parte alta de la parroquia La Vega.
«A los seis años comencé a distinguir entre el sonido de los fuegos artificiales y el de los disparos. El mejor escondite cuando se daba un enfrentamiento siempre era debajo de la cama. Afortunadamente, en la casa de las García nunca entró una bala, solo gotas de lluvia traspasaban el viejo techo.
Mi mamá decía que con la llegada del nuevo presidente pronto esta situación cambiaría, y efectivamente cambió. Con el paso de los años el sector se hizo cada vez más peligroso y vi cómo los hijos de mis vecinos optaron por tomar las armas y abandonar los libros”. – Astrid García para El Ucabista, edición 139, marzo 2016.
En su tercer año de bachillerato, Astrid ingresó en E.U. Fe y Alegría “Andy Aparicio”, institución construida de la mano junto a representantes de la Compañía de Jesús.
El colegio Fe y Alegría ‘Andy Aparicio’ se caracteriza por tener una educación centrada en el área de informática y yo apenas un año antes había conocido que existía algo llamado Internet.
Al año siguiente, Astrid empezó a sentirse más atraída hacia la diplomacia, la historia y el ámbito de las organizaciones internacionales, gracias a su participación en el Programa UCABMUN, de la Fundación Embajadores Comunitarios (FEC), que en ese momento era un proyecto de servicio comunitario de las escuelas de Derecho y Comunicación Social de la UCAB. Y es en este momento en el que empezó a sentirse parte de la UCAB, una ucabista.
En el año 2008, cuando tenía 15 años, un grupo de estudiantes de la UCAB, realizó su servicio comunitario en mi colegio, creando el programa UCABMUN, llevando los Modelos de las Naciones Unidas a las zonas populares.
Nos entrenaban los sábados, en los espacios de la universidad. Y esta formación nos ayudaba a igualar el nivel de educación de la zona popular con el de los colegios privados.
Los resultados en las competencias eran bastantes interesantes, porque nosotros, que pertenecíamos a estratos sociales más bajos, solíamos ganar los premios más altos en nuestras respectivas delegaciones.
Sin embargo, la familia García no podía costear sus estudios universitarios, así que ella solicitó una beca, pero sus documentos quedaron traspapelados en el archivo de un trabajador que se fue del país.
Gracias a la insistencia de la joven ucabista de comunicación social, Katherina Hruskovec, Astrid vuelve a intentar ingresar en el programa de becas de la UCAB y logra obtener 100% de apoyo financiero.
Astrid estuvo becada durante sus cinco años como estudiante de Comunicación Social; en sus primeros dos semestres contó con una beca del 100% otorgada por la Asociación de Egresados de la universidad; sin embargo, por decisiones del gobierno la beca fue modificada y se convirtió en un financiamiento. Si bien, este financiamiento era costeado por una persona que había decidido becar a Astrid durante toda la carrera, e incluso pagó la parte del financiamiento que le tocaba a ella.
En su primer año de carrera, en 2010, el país se vio afectado por fuertes lluvias; una de las zonas más afectadas fue la parroquia de La Vega, zona donde Astrid vivía.
La casa a medio construir ahora era el hogar a punto de derrumbarse, por lo que buscamos ayuda en mi antiguo colegio Fe y Alegría, el cual había suspendido las actividades para convertirse en centro de acopio. Durante algunas noches, mi cuarto pasó a ser el aula donde un día vi clases. Mis compañeros ya no eran aquellos con quienes estudiaba, sino otras familias con quienes la privacidad se había convertido en un término colectivo.
Un día tuvimos que recoger nuestras cosas y esperar largas horas para ser trasladados a un refugio ‘más digno’, como lo llamaban los funcionarios. En un autobús donde cada familia solo podía llevar lo esencial, llegamos a la avenida Universidad en la Torre El Chorro.
Después de vivir en una misión vivienda en Charallave, donde las condiciones de vida no eran óptimas, las García consiguieron una vivienda en el centro de Caracas, que se ajustaba más a sus necesidades.
Siempre fui parte de FEC, de una manera u otra.
Al convertirse FEC en una fundación, Astrid pasa de ser delegada a preparadora, coordinadora y finalmente trabajó en la Dirección de Comunicaciones de la fundación.
Durante mis primeros años de carrera no llegué a participar en los programas tradicionales de los Modelos de las Naciones Unidas, como lo son WorldMUN, HNMUN, LAMUN, etc.
En 2011, los participantes del programa UCABMUN, de La Vega, San Agustín y Antímano fuimos a competir en la Conferencia Modelo Dominicano de las Naciones Unidas en Nueva York (NYDRMUN). Esta experiencia fue increíble, porque estuvimos en la sala de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Es increíble ver cómo a través de la educación se brindan tantas oportunidades a cosas que se creen imposibles. Incluso nos otorga nuevas amistades.
Esto me enseñó que realmente no importa de donde vengas, todo es posible si te lo propones, ya que las diferencias solo nos aportan. Todo lo que debemos hacer es nutrirnos, formarnos y luego devolver esto al país.
De La Vega a Washington
Al finalizar las materias, justo mientras esperaba el título, Astrid aplicó para el programa de Pasantías de Invierno del Banco Interamericano de Desarrollo, en el cual quedó.
Es gracias al prestigio de la universidad, a las experiencias sociales que tuve y a mi perfil curricular que fui aceptada en el banco para las pasantías de dos meses de duración. Sin embargo, a las tres semanas de estar trabajando, me ofrecieron un trabajo fijo.
Y estos dos meses se han convertido en dos años.
Leave A Comment